domingo, 6 de diciembre de 2009

No queda espera ni esperanza

Profanaste la tumba de mis sueños.
Ser alado ensangrentado en las entrañas.
Heriste con tu daga de amor y de deseo.

Sembraste mi alma.
Ahora duerme en silencio la esperanza.

¿Mañana?
¡Ya no hay mañana!
Te llevaste el arco y flechas que lo marcan.

Vuelves a mí,
en ese carro de fuego incombustible,
para preñar mi mente con palabras vanas.

No queda espera ni esperanza.

El alma sube a tu carro y el cuerpo arrastra.

Él lleva el pago y desamparo.

Vuelve en gesto brusco su mirada.
Niega haber estado.
Recorre por nubes de silencio esos pasos.

¡Descansa!

Has abierto tras el espejo de los sueños el vacío en que anda.


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