lunes, 2 de marzo de 2009

Queda eso

Una hoja en blanco es una promesa de paisajes y momentos.
Ante ella manifiesto que vivo y siento.

De ella saco las ganas para darme aliento.
En ella compongo versos narrados o textos de prosa en verso.

Ahora a ella vengo dispuesta a darle lo que de mí tengo.

¿Será posible abrir la brecha del tiempo?

Al menos lo intento.

Queda eso.

Cuando las palabras sueltan esquirlas de pensamiento, en ellas tengo un asidero del tiempo.

Frases sueltas que van hilando mis cuentas.
Las cuentas ensortijadas en líneas que van desangrando la blanca superficie sobre la que taladran y hienden.

Me gusta seguir desenredando la maraña que obvia mi palabra.

Sueños se anteponen.
Los hay en estas noches.
Significados que tendrán razones o se perderán en ellos mismos.

Ahora quiero poner en orden o sacar de dentro.
No se sabe.
Se tiene ante las manos el latido del teclado.

He estado en el vacío de la mente perpetrando lo que salga en el presente.
Hablar de futuro es extraño, tiende a la veta del origen. A él quiero dirigirme.
Con mis miedos y dudas, peor inevitablemente conducida.
No tengo otra salida.
No la tenemos.
Se impone a todas nuestras cuitas.
He pasado por letras mías de hace un año.
Tantos días recorridos y en algunos aspectos sin avance alguno y en otros incluso en retroceso.
Nos dan una medida lineal del tiempo, pero estamos en ellos como en un magma caótico.
La mente no tiene ese pulso.
Lo da el paisaje externo que abre el manto del mañana y cierra el de paso.
Empujando.
Dando codazos.
Nos desplaza.
Aunque queramos entretenernos en el instante, este escapa de nuestra mirada.
De él quisiéramos ponernos como ante un espejo que refleja el semblante, pero no es algo que esté a nuestro alcance. Nos elude y evade.


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