Ella sale de casa siguiendo el guión que su vida marca.
Se cruza con multitudes.
Cada día rostros distintos, aunque sean los mismos.
Recapacita en ello.
No reconoce más allá de lo propio y próximo.
A veces, fuera de contexto, alguien le sonríe y saluda.
Por discreción, y para no parecer orgullosa, responde al saludo, con un ademán y sonido fugaz.
Al día siguiente, o a los pocos días, en el propio contexto de relación recuerda cual era la razón de esa familiaridad.
Es posible que sea una dependienta acostumbrada a intercambiar palabras pasajeras.
Un camarero amable que despide a cada cual con un deseo de que se tenga un buen día.
Una persona que coincide en el mismo trayecto y que con ella ha compartido otros momentos.
La rutina arrastra la oleada de gente de un lado a otro de la ciudad.
Por las calles.
En paradas de autobús.
Entra por la boca de metro, rechazada por una corriente de aire, para adquirir la tarjeta para diez viajes.
La gente sale o entra.
Ella no tiene la misma actividad.
Le es cómodo contar con ese sitio para adquirirla.
No siempre.
A veces, si tiene tiempo sobrante, se dirige a una librería que por tener periódicos abre temprano, y en ella adquiere el documento que le permitirá ir y venir durante la semana.
El otro día se quedó con el gesto congelado.
Una vecina que dialogaba su monólogo maternal con su perro paso ante ella sin siquiera cambiar el paso.
Pensó que algo fallaba.
Tiempo atrás hubiera respondido a su gesto.
A veces las intenciones no bastan.
La invisibilidad nos amedrenta.
No todos los días son iguales.
Los hay que pasamos desapercibidos hasta para los cristales que reflejan lo que ante ellos se mueve.
Eso vio en una toma fotográfica especial.
Enredando con la cámara encontró una posibilidad de tres disparos consecutivos.
Sucedió que la imagen de un transeúnte que pasaba ante ella, en la parada del autobús, poco antes de salir de allí, quedó registrado como si de una imagen fantasmagórica se tratara.
Eso la llevó a cavilar sobre la posible estrategia de esos documentos que hacen pensar en imágenes de fantasmas.
El momento es el instante fugaz.
Nada es tangible.
Recordarlo le da textura en un espacio virtual.
Suena la radio y los ruidos asimilados que entornan el espacio en que ella teclea sus silencios.