martes, 3 de noviembre de 2009

Leti

Los rincones de la casa acumularon palabras no dichas.
El silencio hizo hueco en su alma.
Ella retuvo un recuerdo en el olvido que los días traían.
Hubo un tiempo en que la lluvia mojaba.
De pretérito a presente pasaba.
Estaba enredada en el quicio ocupado por ensayos de gestos olvidados.
Quemaba solo pensarlos.
No les hacía oídos.
Descartaba y seguía insistente los pasos hacía la nada.
A penas pudo contener el aliento.
Quedó atrapada.
Vería pasar la caída de las hojas y el renacer del sol en cada uno de sus ciclos.
Quedaba esperar la llamada hacía esa morada.
Quería que esa fuera de olvido absoluto.
Que no tuviera un recuerdo del paso por este mundo.
Cerrar el ciclo sería el premio a una vida sin sentido.
Renunciaría a otras vidas.
En ese espacio intermedio en que nada ha sido querría quedar.
No podría enfrentar de nuevo el desgarro de la inhumanidad.
Prefería quedar sin voz ni aliento.
La tristeza es el viaje a la desdicha.
Ese pasaje estaba con ella desde el momento en que la vida pareció sonreírla.
¿Por qué?
Se decía.
Acaso no es suficiente el desgarro de vivir, que además has de transigir a la injusticia del reparto ímprobo.
Leti recordaba haber soñado una vida mejor.
Ese sueño ya no le servía.
Todo era mezquina mentira.
Cantos de sirena atraían conciencias que en ellos dormían.
Apuro el paso que al vacío la atraía.
Moriría.
No esperaría.
La sonrisa de un niño se dibujo en la nube.
Se daría plazos nuevos.
Ese resquicio de esperanza la retendría.

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1 comentario:

  1. Buen relato, un poco triste, pero al final todos confiamos esperanzados a que todo mejore.

    Besos

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