miércoles, 21 de octubre de 2009

Hay límetes que no osamos traspasar

Coherencia.
Se espera.
Se desea.

No basta.
Hay que tirar de la manta.
¿De qué manta?

Innecesaria.

Un hilo del que tiramos.

Un corto en que el símil de deshacer un jersey representa la destrucción del planeta.
Se intercalan imágenes del globo terráqueo con razones de esa reconstrucción.
Miles de mensajes sembrados para abrir conciencias que no tienes operatividad.

Nos hacen sentir culpables del mal ocasionado por los grandes engranajes que también nos tienen bajo su muela.

Desvían nuestra atención hacia el sentimiento de culpa.

Ponen sobre nuestras espaldas el peso que nos aplasta.

No puedo ni con mi alma.
Así un día y otro.
Desgastamos las ganas.

Alas cargadas de mugre.
Aire infecto e irrespirable.

Desgaste.

No tengo palabras alegres.

Rompe la ola en la escollera.
Desangre.

Por aquí y por allí, tanto hambre.

Te sentirás contento.
Te sentirás contenta.

¿De qué?

De tu miserable trozo de pastel.

Casi mejor que así te sientas.

Si no lo vives de esa forma, en nichos de barrios apiñados mientras otros disfrutan de hectáreas y salones, no podrás abrir lo ojos a que mañana sea.
Quise apuntar a una línea de fuga.
Sigo intentando tal.

No me vale la letra hueca.
Mi sino he de apuntar.

Marcharé sin mucho ruido.

Somos multitudes.
No lo olvido.

Nada me impide tomar el teclado y aporrear lo que en otro tiempo hubiera sido hablar.

Cada vez es menos la posibilidad de dialogar.
No hay tiempo.
Masificada la letra en estos sitios, es lo mismo que la mordaza de otro tiempo en que la amenaza hacía callar.

Hay límites que no osamos traspasar.


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