jueves, 21 de mayo de 2009

Rocío

Aquel día, Rocío no estaba para perder el tiempo en explicaciones. Aquella mujer no paraba de insistir una y otra vez, repitiendo las mismas cosas.

Había pensado que podía trabajar en ese centro, pero los días se le hacían largos.

Los ancianos eran personas aparcadas en antros oscuros y malolientes.
A nadie importaban.

Cuando aceptó ese trabajo pensó que ella lo haría mejor. Que con una sonrisa abriría los corazones de esas personas aparcadas y abandonadas por sus familiares.

No contaba con el pesado cansancio que la iría tomando.

Cuando tomaba su día libre y veía la vida en la calle, recordaba los días en ese lugar.

El contacto con la antesala de la muerte se le había enquistado, dañando.

A simple vista parecía que no tenía problema un trabajo de esa índole.
Lo parecía, pero no era así.

Ella cargaba sobre sus espaldas un peso intangible que la iba quemando.

Cuando regresaba a su casa, tras su turno de trabajo, todo se le antojaba falto de brillo.

No tenía ganas de nada que no fuera enroscarse y quedar ensimismada mirando la esfera del reloj que lentamente circulaba mirándola.

Su pensamiento parecía quedarse hueco.

Se pensaba arrugada. Se veía en los ojos de las personas ancianas.


Safe Creative #0905213699440

2 comentarios:

  1. La esperanza, la ingenuidad de creer que nada te puede y pensar que tu lo haras mejor. Cayendo luego en una realidad tangible que te puede.
    Un buen relato, para plasmar una realidad que vive mucha gente.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. ¡Gracias por haber dejado tus huellas por aquí!
    Besos :)

    ResponderEliminar