lunes, 23 de febrero de 2009

Los pasos te conducen



Bienvenidos a mi espacio sideral





Cerró el libro con la sensación de estar flotando en ese universo narrativo.
Solía enfrascarse en las historias que leía con saciedad.
Aquel librito había permanecido en la estantería durante no se sabía cuanto tiempo.
Recordaba sus encuentros con ellos. Los libros fueron su pasión.
Nada más le había arrastrado en la vida.
Se recordaba a la sombra de un árbol, mientras su padre iba de un lado a otro en busca de esos barbos que acabarían en la sartén para la cena.
También escribía versos. Largos poemas de reivindicación, que un buen día acabarían alimentando el fuego de la caldera de la calefacción, en aquel tiempo en que tenían esa en la cocina de la casa.
A su lado tuvo una caja con jerséis gastados para arropar a Currito, su cordero.
Su tía le había llevado el segundo de un parto.
A decir de ella, la oveja sólo se ocuparía de uno, y a ese habría que alimentarlo con biberón.
Hizo un biberón con una botella pequeña de cerveza, de las de quinto, con una tetina que encontraría en la farmacia.
El día que decidieron que debía ser alimento, ella enfermó ante el plato.
Le entregaron su piel. Con ella vivió sus primeros años de libertad.
Una libertad que ahora sabe perdida.
El final te vuelve a la nada, pero ese retorno es crudo y áspero.
Leer la evade de ese sentimiento.
Ha viajado de la mano de esa heroína de cuento.
La que expuesta a la masacre de esas guerras tribales, escapa y ve como el hombre al que ama se desangra, salvando el pellejo tras el percance.
Las hordas humanas han dado cuenta de las vidas que a su paso se cruzaban, pero la heroína será quien narre el hecho, para ello es ella quien sale indemne en el cuerpo, que no en el alma.
Aquella novela empezaba en un jardín y un recuerdo de antiguos amantes desgastados por el tiempo.
Termina tras el fuego de la pasión y el remanso del recuerdo de ese amor.
Su vida no tiene mansas aguas.
De ella se aqueja.
De ella se espanta.
Volvería a andarla con el lastre que la acompaña.
No se elige. Los pasos te conducen.
No en vano, se depende de todos los anclajes.


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