domingo, 15 de febrero de 2009

Oda

Oda a la que se suicida por no aguantarse la vida.

Fue una vida sin alas,
fue una vida sin viento,
fue una vida sin aire,
sin aire ni sentimiento.

Ella lamenta su cruz,
asomada ante el abismo,
recorriendo con los dedos,
los presagios del destino.

Mira hacía el vacío certero,
temerosa de su mal,
objetándose ese paso
que está a punto de dar.

Caerá por precipicio,
dando tumbos entre las rocas,
hollando en su silencio
la vida de quien quedará.

Llegará sobre el polvoriento suelo,
dejando una estela de polvo
enmudeciendo el silencio.

Unos brazos se interponen,
recogiéndola en su lecho.
Ser alado antepone ante ella todo el cuerpo.

Recobra las alas y las bate con impulso alzando el vuelo.
A lo lejos se divisan
dos cuerpos en movimiento.

En las calles crujen cristales rotos del viento.
Lloran plañideras voces.
Lamentos, sólo lamentos.

Ella se fue lejos.
Los ojos no osan mirarse.
Las quejas para los adentros.

Las almas reconocen
lo que negamos por dentro.
Ella estuvo un tiempo.

Cerrad con llave y candados,
volved la espalda al silencio.
Pactareis con su recuerdo.
Se fue y su puerta quedó abierta.

No perdió la vida en ello.
Ganó el retorno a su ser.
No lamentéis que no esté.

Buscad, si os es posible,
las razones que os sostienen sin su ser.

¿No tuvisteis ojos para verla?

¿No oísteis quejidos tras de su puerta?

¿De qué os lamentáis?

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