domingo, 15 de febrero de 2009

Nada queda

Es tibia la calma que se avecina.

Cae la venda de los ojos.

No te creas.

Cuesta mirar allí dónde lo estás viendo.

Ves que te enredan.

La mentira piadosa es la más dolorosa.

Te engañas con esas patrañas.

Dejas constancia.

Un día lees esas palabras y constatas que sabiéndolo seguías ciega.

Los ojos ven lo que el alma niega.

Ha costado leer y romperse.

Al fin pasas por esos versos sin más sentimiento.

Ya nada te hiere.

El olvido es manifiesto.

Nada es otra cosa, que mero recuerdo.

No hay daño ni dolor.

No hay ningún sentimiento.

Te has desprendido de lo que a esa vida le pase.

Miras afirmaciones pasadas y no las encajas.

Declinas en ellas palabras.

Delirios fueron que te hicieron ver ante ti falsos movimientos.

Caminaste en un malvivir.

Ahora renaces.

Un invierno que se avecina se compone de brotes nuevos que dentro de cubículo maduran.

El corazón en tus manos cuidado.

Eres quien se cuida de ti misma.

Soñaste sueños que creíste verdades.

Tú ya sabes.

No importa.

No duele.

Renaces.

Tras la infección de ese infecto sentimiento te reconoces sanada y fuerte.

Liberada.

No hay dolor. Si lo hubo todo ha ido al mismo saco del olvido.

Nada queda.

Recuerdas que hubo alguien.

Uno de muchos que con el tiempo no será ni olvido ni nadie.

Jugó contigo. Ni siquiera eso te afecta. Es indiferencia.

Llegas al final de este camino.

Para emprender otra senda se hace necesario limpiar el camino.

Hoy recibiste una sonrisa abierta.

Eso quiere decir mucho de ti misma.

Recibimos en acto reflejo lo que proyectamos sobre los otros.

Sorprendida no entendías a que venía tan buen recibimiento.

Ahora sabes que es tu gesto el que transmite serena mente y placidez.

Lo que tanto buscaste se ha posado en tu hombro dándote la luz que proyectas.

¿Será el aura que se manifiesta?

Antes debía ser una oscura sombra de dolor que crispaba el contacto que nadie sabía interpretar y tú menos aún.

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